Ante la alerta por la aparición de una nueva variante del COVID-19, Europa ya está tomando decisiones radicales para evitar una posible masificación de esta.
La B.1.1.529 es una nueva cepa del coronavirus, cuyos primeros casos se reportaron en Sudáfrica y que ya se estaría expandiendo en naciones aledañas, como Lesoto, Botsuana, Zimbabue, Mozambique, Namibia y Eswatini (antigua Suazilandia), preocupa a la comunidad científica por ser "una constelación muy inusual de mutaciones".
Tulio de Oliveira, profesor de la Plataforma de Innovación en Investigación y Secuenciación de KwaZulu-Natal (KRISP, una institución científica del este de Sudáfrica), explicó que la B.1.1.529 presenta más de una treintena de mutaciones y algunas de ellas son, según los científicos sudafricanos, motivo de preocupación por su posible impacto en la transmisibilidad y por su potencial capacidad de evadir la inmunidad o protección previa.
"La variante nos sorprendió, tiene un gran salto evolutivo, muchas más variantes de las que esperábamos, especialmente después de una tercera ola de (variante) delta muy severa", señaló Oliveira.
Dicho contexto es el que motivó a países como Francia y Países Bajos prohibir los vuelos a esta área del continente, buscando frenar una posible masificación.
Hugo de Jonge, ministro de Sanidad neerlandés, dijo que la medida es de prevención, pero no especificó la duración de la misma. Asimismo, dijo que los países del sur africano serán “clasificados como áreas de muy alto riesgo” de coronavirus, lo que supone “una obligación de cuarentena” y el sometimiento a dos pruebas para los viajeros.
A ellos se sumó Francia, nación que busca "proteger ante la llegada de este virus", dijo el ministro de Sanidad, Olivier Véran.