La salud de Tito Vilanova estuvo marcada por el empeoramiento a causa de una oclusión intestinal, resultado de la metástasis. Pese a todo, el ex DT de Barcelona se mantuvo firme en la lucha a pesar que día a día iba perdiendo fuerzas.
De hecho, el catalán habría perdido hasta catorce kilos en dos meses, según un artículo del director del diario catalán La Vanguardia.
Ante ese escenario, Vilanova decidió dedicar los últimos días a despedirse sutilmente de sus mejores amigos. Eso hizo con el técnico Charly Rexach, al que consideraba su hermano mayor; con el ex directivo Ángel Fernández, que había superado un tumor de glándula parótida como el suyo; con el asistente Jordi Roura, el amigo que nunca quiso sentarse en su lugar.
Lo mismo con Sandro Rosell, quien extremó esfuerzos para que Vilanova pudiera ser tratado con un fármaco de última generación en un hospital de París.
A Rexach le comentó el pasado fin de semana, en una conversación que lo dejó dos noches sin dormir, que el destino le había jugado una mala pasada: "Qué mala suerte he tenido, Charly. Conseguí lo que siempre había querido, ser entrenador del Barça, pero apenas he podido disfrutarlo".